LOCURA

A comienzo del cuatrimestre que acaba de terminar, me trazé un plan para aprobar la asignatura que más aristas y vericuetos he tenido últimamente: Economía.
No es una materia aburrida, ni le tengo miedo a las fórmulas, pero la sensación que me transmite es que por mucho que la estudie, siempre hay algo que escapa a mi control. Por eso, cada vez que me he examinado, a medida que leía las preguntas se me caía el alma a los pies.
Mi proyecto consitió en aprobar el segundo parcial para concentrarme después en la primera parte de la asignatura, que desgraciadamente suspendí en febrero.
Para ello fui a todas las clases, hice todas las prácticas y estudié por los apuntes y por el libro recomendado. Por suerte la estrategia dio resultado: saqué un cinco raspado (cosa que constituyó un éxito total) y me quité de encima la segunda parte del curso. Parecía que nada me podía parar, estaba lanzado y el plan se cumplía según lo previsto.
A partir de este momento sólo me separaba de mi objetivo los primeros nueve temas del curso, los cuales ataqué con todas mis fuerzas. Hubo un momento que los tenía masticados, rumiados y digeridos.
Y llegó el día del examen. Este se dividía en dos partes, una de desarrollo y otra tipo test.
En las preguntas a desarrollar me defendí con más intuición que lógica, y en la parte tipo test volví a tener la sensación de estar dando palos de ciego.
Lo peor de todo es que la puñetera asignatura provoca el efecto dominó, y me lo contagia a otras materias. De verdad, no puedo con la economía.