domingo, octubre 15, 2006

El cazador

Siempre que no salgo los sábados por la noche, los domingos por la mañana me levanto temprano para ir a dar una carrerita por el campo.
Y desde hace ya algún tiempo, en el bar de enfrente de mi casa, durante la época de caza, se reúnen un grupo de personas para practicar esta "actividad". Forman un corrillo al lado del aparcamiento privado. Las prendas que visten están limpísimas, las botas lustrosas, todo su materia es de primera mano. Hablan, comentan, ríen: están esperando a alguien. Entonces llega un Land Rover con las lunas tintadas; la pintura brilla; la matrícula dice que es nuevo. El grupo se pone en acción; uno abre la puerta del coche; otro, si llueve, abre un paraguas; el más rápido ha corrido a la puerta del bar y la mantiene abierta. Baja el hombre de la tanqueta. Tiene cara de malas pulgas. Alguien le habla de cerca , le informa sobre el puesto de caza. El hombre anda deprisa y tiene la mirada fija en el infinito, casi no le presta atención. Entran en en bar a desayunar.
¿Pero quién es ese individuo que se merece tantos alagos y atenciones? Pues Fernández Tapias, un empresario naviero de éxito, aficionado a la caza, a las mujeres y al dinero.
Terminan de desayunar. Se produce la misma situación pero a la inversa. Alguien sujeta la puerta del bar. Sale nuestro hombre. Si llueve, un esbirro lleva un paraguas. El Land Rover lleva un rato esperando a la puerta de la cafetería . Fefé no toca un picaporte. Fefé habla poco; da órdenes, los demás corren. Se va la comitiva como una columna del ejército, avasallando las calles con sus todoterrenos de lujo.




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